DIARIO CÓRDOBA/EDUCACIÓN
De entre las muchas
definiciones que sobre educación he leído y escuchado, me quedé hace años con
una de Gines de los Ríos que dice: La
educación es la herramienta que ayuda a las personas a gobernar con sentido sus
propias vidas.
Me gusta especialmente
este concepto de educación porque coincide plenamente con el mío. Desde mis
primeros pasos en el magisterio comprendí algo trascendente que he tratado de
seguir fielmente a lo largo de mi vida profesional: educar es algo más que
instruir a los alumnos en contenidos conceptuales, a fin de que sepan y
aprendan mucho sobre determinadas materias.
Educar ha sido siempre para mí el
arte de crear, abrir, despertar mentes para que, desde la autonomía y libertad,
puedan regir, administrar, gobernar sus propias vidas. Y desde esta concepción
de educación, el maestro, el educador en general deja de ser un mero instructor
para convertirse en el guía que, marchando en cabeza y cola a un tiempo,
despeje caminos, facilitando así inéditos y dilatados horizontes, creando, en
definitiva, escenarios nuevos, significativos y válidos.
Es evidente que se impone, con urgencia y ante todo, diálogo, ejemplo,
desdramatización de ciertas actitudes. Se impone, pues, mucho más que nunca el
estar al día en todo lo que a intereses de nuestros tiempos compete, y se
impone una figura nueva del docente: actual, dialogante, dinámica, inserta en
el mundo y conocedora de cuánto sucede a su alrededor. Un maestro que entienda
que cada día hay que crear la escuela porque la de ayer, si bien como
referencia y mejora, vale para tenerla en cuenta, pero jamás para repetirla.
Ojalá llegue el día que, por fin, entendamos que educar es, ante todo,
transmitir la ilusión de ser fieles al valor trascendente que somos y
aprendamos a conocer a los alumnos en todas sus facetas y valores para ser
eficaces mediadores en todo lo que a ellos respecta. Es a mi modo de entender,
la principal misión del maestro.
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