sábado, 28 de marzo de 2009

25/03/2009 VALORES.
El valor de un aplauso
25/03/2009 ISABEL AG ERA
A un chaval que no estudiaba, pegaba e incordiaba constantemente a sus compañeros/as, un día, por algo minúsculo que hizo bien, le coloqué un ´sonoro´ diez, con el fin de estimularlo. Pasaron algunas semanas y, como persistía en su mal comportamiento, requerí la presencia de sus padres. Cuando estuvieron ante mí, y antes de que me diera tiempo a tomar la palabra, el padre se adelantó y exclamó: "¡Ea! Aquí estamos, que dice mi Paco que nos quiere usted hablar de un diez que le ha puesto. ¡Y es que el joío está de contento!".
Por supuesto tuve que cambiar el tono de mi entrevista. Jamás hubiera sospechado tal cosa. Entonces me dije: Los niños/as no son conscientes de esa especie de crueldad que a veces le achacamos los adultos, pero sí lo son, y mucho, de nuestros aplausos y reconocimiento.
Innumerable, en mi experiencia, el número de alumnos que por el mero hecho de sentirse aplaudidos, distinguidos en alguna ocasión, les ha servido como salvavidas de una inexistente autoestima, valor imprescindible para lograr ser personas equilibradas y justas, objetivo primordial en educación, porque la envidia, rencor, competitividad, etc. son atributos de aquellos seres humanos frustrados, inseguros por todo y ante todo.
De ahí que en educación se deba ser pródigo, siempre que sea posible y, por supuesto, sin engaño, en elogios mucho más que en condenas, acusaciones, reproches. Es más, hay que propiciar estrategias que faciliten al alumno las reacciones positivas dignas de una justa evaluación y reconocimiento.
Que cada ser humano se sienta importante, alabado, aceptado, estimulado y considerado como único es el refuerzo necesario, básico para poder triunfar en la vida.
La infancia tiene sus propias maneras de ver, -J. J. Rousseau- pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras. Y esto, precisamente, es lo que hacemos, quizá por ignorancia.

No hay comentarios: