Opinión / Diario Córdoba
ISABEL Agüera 19/11/2013
Hace unos días,
mi querido amigo Antonio Gil se hacía eco de una pregunta en el diario Libération
: ¿Y usted por qué escribe? Algunas de las respuestas que citaba de
escritores famosos, que dice nos las han servido en bandeja, aunque yo creo que
eran más que conocidas por la mayoría de los lectores, eran: escribo por
dinero, por fama, por insatisfacción de otras cosas, etcétera.
Es lógico que al
igual que si preguntamos a cada ser humano cuál es el sentido de su vida, las
respuestas sean tan variopintas como seres humanos poblamos la tierra.
Yo, que
no soy famosa, pero desde luego escritora desde que me salieron los dientes, y
desde luego sincera, también, le contesto a nuestro querido periodista y no en
las jornadas "Un otoño de novela", cosa que está visto queda para los
grandes, sino desde esta humilde columna.
Escribo porque al igual que el aire
es necesario para respirar, el escribir es para mí necesario para vivir. Es
decir, ¡claro que me gusta, como a todos, la fama, el dinerito, etcétera!,
pero, cuando cada día de madrugada me siento frente al ordenador, todo eso me
importa un bledo, me importa, sí, el placer de crear, dar vida a personajes,
conversar, vivir con ellos, crear historias, ambientes, palabras y que de un
folio en blanco salga una obra de arte.
Legítimas, ¡no
faltaría más!, todas las motivaciones, pero creo que un médico, por ejemplo,
que ejerciera por dinero, nos alejaría su confianza o un político que nos
dijera que busca la fama echaría para atrás nuestro voto. Escribir es un arte,
y el artista se siente feliz, realizado con su creación, aunque no corra el
dinero ni se le agite el incensario.
El escritor no se
improvisa; nace, vive y muere, sin decaer, a dúo con sus historias, las sufre,
las goza en silencio. ¡Cuántos Van Gogh de la literatura, por suerte, corren
por el mundo! ¡Ojala no se extingan porque en ellos encontraremos pura
literatura!
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