lunes, 20 de junio de 2016

STOP AL EXTRES





              Naveguemos por muy oscura que sea la noche; 
siempre  habrá luz en el camino  

Pues, no, no es sinónimo de energía el trepidar de vida que llevamos en años jóvenes, cuando nos sentimos fuertes y hasta guapos. No obstante, personalmente, he tenido que cumplir años para entender que ese incansable trabajar no era precisamente lo que yo creía, sino  un maldito estrés con memoria y todo, estrés  que se tornaría, con el paso de los años, en una especie  de cuerda loca que se nos dispara a lo más mínimo sin que podamos controlarla y que nos produce tal nerviosismo, ansiedad, etc. que la vida nos ahoga por momentos. Un “saltaero” –me contaba una mujer- que no me deja vivir. Por mi experiencia de persona estresada me creo en disposición de entender este mal de nuestro tiempo y ante el cual el individuo que lo padece se siente mal y, paradójicamente, a lo que pueda parecer, sólo él sabe cuán penosa es su sensación de fatiga. El sistema nervioso -y esto no lo digo yo, sino profesionales de la psicología- puede ser considerado como un gobierno. Esto es, como un coordinador que regula la excitación o el sueño con arreglo a las necesidades del momento. ¿Qué ocurre en el agotamiento? Ese gobierno, envenenado por el cansancio, deja pasar los mensajes sin dominio alguno y da lugar a la anarquía total. El buen funcionamiento de la corteza cerebral depende evidentemente de que las células nerviosas se hallen en buen estado, y también de la perfecta regulación realizada por el centro nervioso. Hoy, más que nunca, las necesidades y la carrera de la competitividad nos obliga a trabajos extra, prescindiendo, como es lógico, de las horas de descanso que necesitamos para eliminar las toxinas que envenenan las células y nos conducen al agotamiento que un día nos provocará el “saltaero” que nos pueda conducir al infarto. Stop a los excesos e impongámonos  tiempo de  descanso, sin inútiles excusas.





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