lunes, 29 de septiembre de 2008




LECTURAS DE OTOÑO – I I–

Vivir los momentos

La vida -dice O. Wilde- es simplemente un mal cuarto de hora formado por momentos exquisitos". No obstante disiento del gran escritor en sutiles matices porque para mí no cuenta tanto la metáfora tiempo como el vivir en plena conciencia y con absoluta exquisitez cuanto nos va sucediendo.
La vida no podemos medirla en años, ni en días, ni tan siquiera en cuartos de hora, la vida es una sucesión de momentos que en cadena y en el repente de un flash nos ilumina al fin de que vayamos troquelando el camino que conduce hacia nosotros mismos.
Sí, hasta el momento postrero nos queda tiempo para escribir una palabra, al menos, sobre el blanco tapiz de la vida.
Y un momento es la salida del sol y el ocaso, y un momento es la sonrisa de un niño y el perfume de una flor, y un momento es el repique de campanas, y el paso de un coche fúnebre, y un pájaro que canta, y un ser humano que llora, y un momento es la euforia y otro la depresión y tristeza...
Sólo vivimos momentos sumergidos en el vaporoso agridulce que, en definitiva, viene a ser la vida, pero la vida fluye como los ríos y nadie puede bañarse dos veces en la mismo agua.
De ahí que la bebamos a conciencia de que gota a gota corre sin retorno.
No hay marcha atrás en el tiempo. Tan sólo disponemos de ese maravilloso momento que, en este mismo instante, tenemos en nuestras manos.
¿Por qué no vivirlo con la exquisitez de lo efímero y no obstante trascendente?
Mi momento presente, un amanecer de nubes, el perfume de la hierbabuena en mi maceta, una ambulancia que pasa...
La mejor palabra para acuñar todos los momentos de la vida: amor.

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