sábado, 19 de abril de 2008

ALERTA, PADRES


Es curioso observar la habilidad de los chicos para manejar el mouse de un PC. Parece como si éste hubiera nacido con ellos. Internet le ofrece todo tipo de páginas de contenido tan sumamente atractivo que es casi imposible resistirse a ellas.
Pero en medio de la maraña de buenos sitios, la Web, como toda telaraña, también cría seres ocultos, negros, garras infernales para los pequeños que presas fáciles caen en ellas con efectos irreparables
No hay que esforzarse mucho para descubrir con cuánta facilidad personas anónimas con ideas perversas pueden estar manejando los finos hilos de la sensibilidad de nuestros hijos, ahí, en el hogar, junto a los padres que ajenos a tantos y tan graves problemas se desentienden de sus chicos que pasan horas conectados a la red. Y no son historias leídas de sucesos lejanos, no; yo misma he comprobado, con inmenso dolor, los cómodos caminos que proporcionan acceso y comunicación con niños desde los seis años. Sí, basta entrar en canales del chat para los más pequeños y, pasando por uno de ellos, obtener conversaciones sexuales, intercambio de fotos - engañosas por parte de los mayores- e incluso buscar encuentros cara a cara con chicos ajenos al riesgo que se exponen.
Y es que tras las brumosas aguas de la Web, los peligros son inmensos: pornografía que, en constante bombardeo, se superpone con total desvergüenza en los mensajes que se cruzan los pequeños y que de forma explícita o subliminal penetra y anidan en las regiones más primigenias del cerebro humano, creando adicción a un sexo generador de aberraciones, agresividad, violencia... Si esto le sucede a un adulto, tal vez pueda digerirlo, pero cuando el que está ante la pantalla es un niño, las puertas del engaño, el daño físico y mental se agitan y puede ser irreparable.
Tras interesantes escuetas, el resultado es el siguiente: El 69 por ciento consideró que las porno páginas y el chat por desconocidos son el gran y terrible peligro de los menores.
Mi reflexión, mi indignación y mi súplica no son otros que invitar a los padres a comprobar, mediar y, sobre todo, denunciar.

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