Muchos son los artículos que llevo leídos en los últimos años sobre educación, dado que el tema me interesa, sobre todo, como observadora y reflexiva profesional que busca y desea encontrar respuestas, tal vez inéditas, originales, pueden parecer, pero adecuadas, efectivas y urgentes, a las necesidades que hoy día demandan los alumnos.
No obstante lo mucho escrito, desde mi punto de vista, es preciso situarnos con claridad y lejos de excesivos tecnicismos en la realidad de esta sociedad cambiante que anatematizamos sin caer demasiado en la cuenta de que todos, inmersos en ella, somos la globalidad que camina, que guía, que marca pautas de conducta, al tiempo que reprueba, condena, se rebela ante quienes las siguen.
Es por ello que, ante todo, quiero ser explícita y didáctica para hacerme entender sin grandes esfuerzos por parte de los lectores.
Y como introducción, que nos sitúe en el umbral mismo de la problemática actual, voy a referirme, en primer lugar, a ciertas experiencias -casos- entre padres, maestros, hijos, alumnos que me han hecho reflexionar y profundizar en algo que, por intuición, y sin ser consciente de ello, sabía y trataba de remediar: Los niños, los adolescentes y jóvenes de hoy, nada, absolutamente nada, tienen que ver con los de ayer.
Pero vayamos por partes y veamos en primer lugar dos casos.
PRIMER CASO:
Un pequeño de ocho años, ante una rotunda imposición de la madre contesta:
-No quiero, no tengo gana; paso de ti…
La madre, echa una furia, lo recrimina:
-¡Mañana no sales! A mí no me contestas tú de esa manera. A ti te voy yo a enseñar a ser respetuoso y educado... ¡Valiente sinvergüenza!
El niño contesta:
-Bueno, si no salgo, mejor; no me importa.
Interviene el padre que más drástico, lo amenaza:
-Aquí en esta casa no quiero gamberros. Así que, cuando quieras coges la puerta. A tu madre no se le contesta así.
-Pues, tú le contestas a mamá –añade el pequeño
-Yo hago lo que me da la gana, pero tú, mientras estés en esta casa, o te comportas o a la calle.
El pequeño cogió la puerta y se fue.
Largo de contar el desenlace pero creo que basta con lo narrado para poder evaluar actitudes y realidades.
SEGUNDO CASO:
A una adolescente le suena el móvil en la clase. La maestra monta en furia y pregunta:
-¿De quién es ese móvil?
-Mío –contesta la chica poniéndose de pie-. Me llamaba mi madre para darme un recado.
-¡Dame el móvil ahora mismo! –exclama la profesora- Sabéis que no quiero móviles en clase. ¡Qué falta de educación! ¡Y encima, contestas!
La chica no se inmuta. La profesora repite:
-¡Que me des el móvil ahora mismo!
-¡No se lo doy! –contesta- Usted también lo tiene y se sale de la clase para hablar, y yo no me puedo salir.
Muy interesante sería poder analizar detenidamente, a modo de psicodramas, casos reales como los citados y evaluar, con objetividad, actitudes, comportamientos, valores… consecuencias. Pero, dada la limitación del espacio, me propongo en este artículo dar respuestas generales, válidas a problemas concretos que tanta confusión generan en educadores, en general.
Pero vayamos por partes y veamos en primer lugar dos casos.
PRIMER CASO:
Un pequeño de ocho años, ante una rotunda imposición de la madre contesta:
-No quiero, no tengo gana; paso de ti…
La madre, echa una furia, lo recrimina:
-¡Mañana no sales! A mí no me contestas tú de esa manera. A ti te voy yo a enseñar a ser respetuoso y educado... ¡Valiente sinvergüenza!
El niño contesta:
-Bueno, si no salgo, mejor; no me importa.
Interviene el padre que más drástico, lo amenaza:
-Aquí en esta casa no quiero gamberros. Así que, cuando quieras coges la puerta. A tu madre no se le contesta así.
-Pues, tú le contestas a mamá –añade el pequeño
-Yo hago lo que me da la gana, pero tú, mientras estés en esta casa, o te comportas o a la calle.
El pequeño cogió la puerta y se fue.
Largo de contar el desenlace pero creo que basta con lo narrado para poder evaluar actitudes y realidades.
SEGUNDO CASO:
A una adolescente le suena el móvil en la clase. La maestra monta en furia y pregunta:
-¿De quién es ese móvil?
-Mío –contesta la chica poniéndose de pie-. Me llamaba mi madre para darme un recado.
-¡Dame el móvil ahora mismo! –exclama la profesora- Sabéis que no quiero móviles en clase. ¡Qué falta de educación! ¡Y encima, contestas!
La chica no se inmuta. La profesora repite:
-¡Que me des el móvil ahora mismo!
-¡No se lo doy! –contesta- Usted también lo tiene y se sale de la clase para hablar, y yo no me puedo salir.
Muy interesante sería poder analizar detenidamente, a modo de psicodramas, casos reales como los citados y evaluar, con objetividad, actitudes, comportamientos, valores… consecuencias. Pero, dada la limitación del espacio, me propongo en este artículo dar respuestas generales, válidas a problemas concretos que tanta confusión generan en educadores, en general.
No hay comentarios:
Publicar un comentario